Cosmología

Tres galaxias formadas menos de 600 millones de años después del Big Bang guardan la clave para entender cómo surgió la luz en el universo

La teoría de la relatividad es uno de los mayores avances de la humanidad a la hora de entender el funcionamiento de la gravedad. Pero hay áreas de nuestro conocimiento que parecen escaparse de ella.

Una investigación sobre los agujeros negros nos ha servido como recordatorio sobre la forma en la que los físicos creen que acabará el universo: no con un estruendo sino… desvaneciéndose.

¿Cómo será el fin del universo? Es una pregunta que creíamos tener resuelta.

Las estrellas de neutrones son unos de los escasísimos objetos del cosmos capaces de disputar su protagonismo a los agujeros negros.

“Nube” es el nombre que sus descubridores han dado a una galaxia recién descubierta. Nube no es una galaxia convencional, sino algo mucho más difícil de hallar: una galaxia oscura. O casi.

Durante los primeros 300.000 años después del Big Bang, nuestro universo era un lugar caliente y oscuro.

Las estrellas de neutrones y las aún hipotéticas estrellas de quarks son, al igual que los agujeros negros, unos objetos apasionantes.

El telescopio espacial James Webb (JWST) es, en un sentido metafórico evidentemente, una máquina del tiempo. Una que, aún así, nos permite viajar a un universo ancestral. Y tiene varias formas de hacerlo.

Quizá no sean tan apasionantes como los agujeros negros o las estrellas de neutrones, pero las enanas marrones tienen su propio encanto. Prometido.

¿Y si el universo dejara de expandirse?

Desde que contamos con una explicación coherente del origen del universo tal y como lo conocemos, nos hemos preguntado por qué la materia acabó repartiéndose así. Seguimos sin saberlo.